jueves, 26 de febrero de 2015

Nombre de Guerra (5)

Linda abandona el pasillo mientras llama por su celular y yo, pues más nerviosa que un chihuahua en medio de la calle. Miranda me sonríe y me conduce hasta la cocina, me presenta con los únicos dos cocineros que hay y después reúne al resto de las chicas meseras. 

-          Muy bien señoritas, a partir de hoy tienen a una nueva compañera. Ella es Katrina. Estará con nosotros en el turno vespertino, yo la entrenare durante la primera semana, pero el resto del mes de prueba quiero que la traten como lo que somos, una familia. –

Pude notar algunas sonrisas sinceras y otras no tan sinceras, pero creo que me ira bien. Miranda me enseña como tomar la charola, levantar pedidos, entregar platillos y bebidas a los clientes.


En pocos días el trabajo me resulta lo más familiar y me empiezo a desenvolver con muchísima naturalidad.

 Así paso los próximos 5 años, trabajando como mesera, levantando pedidos, entregando bebidas y llevando las cuentas a los hombres en corbata que me dejaban hasta 50 dólares de propina, al principio sentía que no merecía ese dinero, me lo ganaba demasiado fácil, pero cada noche que me tenía que vendar las muñecas del dolor de cargar pesadas charolas, olvidaba esa culpa.
Cinco años después seguía metida en ese lugar, pero esta vez no era la inocente mesera que comenzó. De haber sabido a donde me llevaría un chantaje, hubiera preferido morir de hambre en el frío.

Un lunes me prepare como de costumbre para mi trabajo, esta vez ya con mis 21 años, viviendo sola, ya era dueña de mi viejo automóvil que me transportaba por toda la ciudad y estudiando mi carrera profesional comenzando el cuarto semestre.
Como de costumbre arroje mi mochila en la parte baja del compartimiento y tome el uniforme que estaba cuidadosamente doblado y planchado en uno de los niveles junto con mis sensuales medias de red, y el nuevo par de botas de cuero que nos habían comprado a cada empleada.
Cada una de nosotras tenía un par de botas distinto, que según el señor Marty, describía nuestra personalidad, estaba la chica con las botas vaqueras, la chica con las botas lindas y femeninas, y las mías eran negras con unas finas cadenitas colgando a los costados. El señor Marty decía que siempre me imaginaba conduciendo una Harley.
Entro al baño para darme una ducha caliente aprovechando que la de mi departamento dejo de funcionar, me pongo mi uniforme de mesera y al salir del cuarto de baño cepillo mi cabello frente al espejo de la pared, ya han pasado dos años desde mi último corte así que el largo de mi cabello llega por debajo de mis pechos, cada vez es más difícil controlarlo. En la cocina del Libelula están los mismos cocineros que me presentaron hace 5 años, John y Jesus, quienes nunca me di la oportunidad de  conocer más allá de una relación laboral. Los saludo y tomo mi charola para comenzar a tomar órdenes. Para ser inicio de semana, las mesas están casi llenas así que solo espero que mi cartera salga igual de llena en propinas.
Al cabo de una hora ya he metido cinco órdenes a la cocina, hamburguesas, alitas de pollo y sándwiches son los preferidos de los hombres de negocios, obviamente todos acompañados de su gigantesca orden de papas fritas y sus tarros de cerveza.


-          Hamburguesa de sirloin con tocino, papas a la francesa grande con queso y un tarro de cerveza oscura. – Confirmo la orden al llevarla al gigantesco hombre acompañado por otro que bien parecería su clon en tamaño.
-          Así es princesa, tu bien sabes que nos gusta a los hombres. – Su voz es tan repulsiva como su apariencia. Al menos 150 kilos, y bañado en su propio sudor que le da un aroma que no puede ir mejor con su apariencia. 
-          Si necesita cualquier otra cosa, solo llámenos a mi o alguna de mis compañeras. – Respondo seriamente. No es el primer ni último hombre que me hable así, pero siempre y cuando no me toque, no me molesta. 
-          Claro que nos volveremos a ver muñequita. – Se lleva una papa a la boca y se ríe al unísono con su compañero.

Regreso a la cocina y me aborda rápidamente Kristen, una compañera.  

-          Hoy te toco la mala suerte de recibir a Pork. – No necesito siquiera preguntar a quien se refiere con ese sobrenombre. 
-          Que original Kristen. – Le digo burlándome de ella. Ella descubre mi burla y se ríe.
-          Es asqueroso. De los pocos clientes que quisiera que se sobrepasara para que nunca jamás volviese a entrar aquí. – Arruga la nariz mientras observa al cliente por la ventanilla de la puerta en la cocina. 
-          Pues sí, efectivamente no es el hombre más agradable que ha estado aquí, pero poco podemos hacer al respecto, solo podemos esperar a que se atragante con su comida y nos deje una buena propina.
-          Es que ni siquiera eso vale la pena de él, tu sabes Kat, - Hace una pausa mientras se sujeta su pelirroja cabellera en una cola de caballo mientras sostiene su charola con los muslos y continua.- Tu sabes que hay clientes que toleramos porque sabemos que sus propinas son generosas, pero él… ni siquiera eso. Su propina más alta ha sido de 3 dólares. 
-          Relájate Kristen, es parte del trabajo. – Lo miro desde la ventana y puedo ver cómo me busca con la mirada hasta que me encuentra, me hace una seña de que quiere la cuenta. – Mira, ya está pidiendo la cuenta, veamos cuanto nos deja el día de hoy, ¿Tu que dices? ¿Sera mayor a 3 dólares? – Apuesto con Kristen. 
-         Yo opino que no. Así que tú vas a que sí. – Me dice mientras salgo con el enorme comensal.

Paso a la caja por su tiquet de consumo, y sus mentitas para el  mal aliento, decido ponerle el doble porque definitivamente lo necesitara. 

-          Aquí tiene su cuenta señor. – Le extiendo el tiquet en la charolita negra con sus dulcecitos. – ¿Desea pagar en efectivo o desea que le traiga la terminal para pago con tarjeta? 
-          Mmmmm… 50 dolares, creo que traigo la cantidad exacta, chiquita. – Llamame asi una vez más y le reviento la charola en la cabeza.  Sonrío hipócritamente. Me regresa la charola con 51 dólares. Le deseo buen dia y entro a la cocina con el pago para mostrárselo a Kristen. 
-          Te lo dije. 3 dolares ha sido demasiado para el. 
-          Te debo un café Kris, mañana que pase a Starbucks te lo traigo. 
-          Siempre es un placer hacer negocios contigo.- Me dice sonriente.


Al terminar el turno estoy muerta de cansancio, limpiamos las mesas y recogemos las sillas rápidamente para poder escaparme a casa aunque sea unos minutos antes. Llego a mi departamento y aviento todo el uniforme al suelo, me pongo mi pijama de lana y caigo dormida en los siguientes dos minutos, hasta que mi despertador suena a las 5:30 de la mañana. Maldita sea, dormí dos segundos, o eso siento. 
Cuando saco la mano de las cobijas noto que el clima esta demasiado frio y muevo la cortina para ver hacia afuera pero no puedo ver nada. El cristal esta cubierto por hielo. Genial. Me voy a tener que poner las medias del trabajo debajo de los jeans otra vez. La ultima vez que lo hice Ishkra y Kira las pudieron notar cuando me agache a recoger mi celular, no soporte el interrogatorio de que estaba haciendo con unas medias de red, pero no quedaron convencidas con el pretexto de que las había comprado por un dólar en un mercado local. Esta vez tendre mas cuidado si no quiero que las agentes me interroguen nuevamente.
Me visto como de costumbre y me dirijo a la facultad pero a medio camino mi auto decide olvidarse como funcionar dejándome varada por diez minutos. Cuando por fin se decidio a funcionar nuevamente, ya es tarde para mi primera clase, odio llegar tarde y esa sensación de los ojos que me miran juzgándome por interrumpir la clase. Pero esta vez los ojos que me mirarían detrás poco me importarían.
Entro corriendo al edificio y subo las escaleras aprisa hasta el tercer piso, y me apresuro para ir al aula al final del pasillo. Respiro antes de entrar al salón y me acomodo el cabello alborotado por la corredera.
-          Buenos días, ¿Puedo pasar? – Digo mientras miro hacia mi mochila que me acabo de quitar de la espalda. 
-          Adelante señorita. – La voz me resulta conocida. Levanto la mirada y me quedo helada e inmóvil al ver la misma sonrisa repugnante que la noche anterior. Es Pork.

domingo, 15 de febrero de 2015

Nombre de Guerra (4)

Cuando estuve lista para salir de la oficina, Linda me entrego una pequeña llave.

-         -  Es para tu casillero. Si ya estas lista podemos irnos.
-         -   Si, vamos.

Salimos del lugar pero no vi ningún automóvil fuera estacionado. Así que asumí que tomaríamos un taxi. Al llegar a la esquina doblamos hacia la derecha para detenernos frente a una cortina de cochera, Linda saco un pequeño control remoto del bolsillo de su saco y oprimió un botón.  Automáticamente el portón comenzó a subir y dejo al descubierto un automóvil nuevo en color blanco. Estaba de frente listo para salir a la calle y note el emblema de un caballo en la parte frontal. Mustang.
Subimos al automóvil y no pude evitar notar el aroma a nuevo pero no quise hacer ningún comentario al respecto, no quería parecer alguien que se impresiona fácilmente. Además el auto podría ser del señor Marty, o de la compañía, dudaba que el sueldo de Linda le permitiera darse esa clase de lujos.

-          - Abrocha tu cinturón de seguridad por favor Kat, no quiero una multa.
-          - No te preocupes.
-          - Vamos Kat, cuéntame algo. Dime que no eres así de aburrida.
-          - No he tenido días fáciles. Lo siento.
-       - Bueno, está bien. Mientras llegamos te preparare un poco para el ambiente en el que vas a entrar. El restaurant se llama Libélula, y como ya te comento nuestro jefe, la mayoría de la clientela es masculina, notaras un ambiente adulto debido a esto. También llegan mujeres pero son pocas a comparación de los hombres.
Antes de que te asustes y quieras salir corriendo, Libélula cuenta con otro tipo de servicio además de Restaurant. Debido a que nuestros clientes lo comenzaron a solicitar, después de la media noche ofrecemos otro tipo de servicio.
No te preocupes, tu horario es de 7:00 pm a 11:30 pm. Ni  siquiera notaras cuando el ambiente cambie. – Detiene el auto en un semáforo y baja la visera para revisar su impecable maquillaje.
-          -    Es decir, ¿se vuelve un prostíbulo? – Pregunto tranquilamente alterada.
-       -  No exactamente. Sabía que me preguntarías eso.- Sonríe y continua.- A partir de las 12:00 de la noche, nuestros clientes vienen a hacer negocios con las chicas que trabajan como meseras en ese turno. Cuando fueron contratadas sabían perfectamente lo que harían y absolutamente todas son mayor de 21 años. Nosotros les pagamos su sueldo y los negocios que ellas hagan con los clientes son completamente independientes a nosotros. Muchas veces solo es un servicio de compañía para eventos. Se han dado pocos casos que los clientes ofrecen dinero a cambio de sexo, lo único que nosotros les pedimos a las chicas es saber dónde van a estar por razones de seguridad. Aun estas a tiempo de arrepentirte si así lo deseas Kat.
-      -    Yo no quiero ser parte de ese turno solamente. Si ustedes me garantizan que solamente me dedicare a atender mesas me quedo.
-     -          Eres menor de edad Katrina, aunque nos ruegues de rodillas que quieres hacerlo, simplemente te despediríamos.  Además no sé si el señor Marty te lo explico en la entrevista. El 95% de nuestros clientes son clientes frecuentes. Ellos saben perfectamente que no tienen permitido tener otra clase de trato con las chicas antes de las 12:00 de la noche. Simplemente hacer sus pedidos. Puedes estar tranquila, te lo aseguro.
Hemos tenido casos, obviamente, de clientes necios que se sobrepasaron con las chicas y estos clientes ya no les hemos permitido la entrada nuevamente.  Preferimos tener empleadas felices, así trabajan felices y los clientes son felices. Simple lógica.
-          Está bien. De cualquier manera, tengo un mes de prueba.  
-          Así es niña, tú tranquila.

Estaciono el carro y llegamos a Libélula. Sentí como el corazón se aceleró y mi estómago sintió una sensación que no conocía. Bajamos del carro y note que había dos hombres corpulentos y enormes, uno a cada lado de la entrada.  
-          Buen día Jake y Tomas. – Saludo Linda alegremente. 
-    Buenos días Linda.-  Contestaron los dos al unísono e iluminaron sus serios rostros con una sonrisa. 
-          Les presento a Kat, ella es parte de nuestro equipo ahora. Quiero que a ella le den un cuidado especial ya que es la más pequeña de las chicas. Ya saben qué hacer si se quieren pasar de listos. 
-          No se preocupe señorita, nosotros cuidaremos de ella. Mucho gusto Kat. 
-          Buenas tardes, gusto en conocerlos. – Les extiendo la mano para saludarlos. 
-          Cuenta con nosotros para lo que necesites. Estaremos aquí durante tu turno. 
-        Vamos Kat, aún tengo cosas que mostrarte. – Dice Linda mientras mira el reloj con brillantes que cuelga de su delgada muñeca.

Entramos al restaurant y me detengo asombrada para observarlo detalladamente.  Es enorme, lleno de mesas para distintos números de comensales, las hay desde 2 personas, hasta 10. La decoración es completamente masculina, elegante y sobria. Alrededor de 10 pantallas gigantes y con una calidad de imagen impresionante, están colgadas estratégicamente para verlas desde cualquier ángulo.

Alrededor de la mitad de las mesas están ocupadas por hombres y muy pocas mujeres en trajes y corbatas. Muchos de ellos se muestran serios y podría apostar que están haciendo negocios. Algunos otros se enfocan en alguna pantalla y se emocionan al ver el partido que se proyecta.
Una mesera pasa frente a nosotras con una charola con tarros de cerveza y observo con mucho cuidado el trato que le dan. Se acerca a la mesa y los clientes sin siquiera voltear a verla se mueven ligeramente para darle paso y que pueda ponerles sus tarros frente a ellos. La chica se aleja de la mesa y ni siquiera uno de los clientes voltea la mirada hacia ella.  Eso me relaja un poco.

Linda avanza y la sigo. Al fondo hay una puerta con el típico letrero de “Solo Personal Autorizado”. Entramos y seguimos por un largo pasillo. Linda se detiene en medio de dos puertas a cada lado y me indica: 

-          Muy bien chica, a mi izquierda están los casilleros, el tuyo es el número 16. Al entrar a tu turno dejaras todas tus pertenencias en el, y al salir las recogerás. – Me entrega una pequeña llave en forma de libélula con dicho número grabado. – Al lado derecho tenemos el baño de las chicas. Contamos con regadera si deseas tomar una ducha al llegar o antes de irte. Como sabemos algunas chicas son estudiantes y sabemos que un buen duchazo puede cambiar tu estado de ánimo. Ahora vamos a tu casillero para que puedas dejar tus cosas, y pueda presentarte con  Miranda, ella te entrenara durante este mes.  Te espero aquí afuera, mientras le avisare al jefe que ya estás aquí.


La habitación de los casilleros es completamente distinta a la decoración del restaurant. Es completamente femenina. Cuando Linda se refería a casilleros imaginaba la clásica estructura de metal gris apilados unos contra otros. 

En realidad eran unas cajas de madera aproximadamente más de un metro de altas.  Todas estaban pintadas de blanco y tenían una sola puerta al frente y obviamente la libélula plateada del uniforme en la esquina superior izquierda con el numero también en plateada.  Una de las paredes era completamente de espejo. 

Eran alrededor de 20 cajas. Frente a ellas había unos sillones en tonalidades lila y turquesa donde podía uno sentarse mientras se cambia los zapatos.  Me senté frente a mi espacio y metí la llave de libélula para guardar mis pertenencias. Abrí la caja y lo primero que note es el espejo en la puerta. Dentro de la caja había distintos estantes que podía acomodar a mi conveniencia y hasta abajo un rack para los zapatos. Como sabía que Linda me esperaba fuera, solo puse mi mochila sobre el rack y la volví a cerrar con llave.  Cuando salí Linda estaba platicando con una mujer que estaba uniformada como yo. 

-          Kat, ella es Miranda. Le estaba hablando de ti.  - Interrumpe Linda.
-     Mucho gusto Kat, ¿o Katrina? ¿Cómo deseas que te llame? – Me dice Miranda.  
Una mujer notablemente mayor a Linda y a mí. Tiene una piel morena clara y unos ojos café oscuro. Cabello lacio y castaño que apenas y roza sus hombros, no es muy alta pero si es muy delgada.  
-          Kat, está bien gracias. – Le conteste. 
-          Excelente, ahora que ya se conocen debo irme. Miranda, por favor envíame el reporte de horas extra de tus chicas. – Ah, ósea que Miranda es mi jefa inmediata…  
-          No te preocupes Linda, ya tengo el archivo listo para enviarlo. 
-         Perfecto. Mucha suerte Kat. Te dejo en excelentes manos.- Me abraza, me sonríe y puedo ver en sus ojos un futuro no tan gris. 
-          Muchas gracias Linda. – Le agradezco y le devuelvo su amable sonrisa. 
-          Mantén esa sonrisa, pequeña. Estoy segura que serás un éxito con los clientes.- Miranda exclama.


jueves, 12 de febrero de 2015

Nombre de Guerra (3)

  Nuevamente sentí una corriente de aire helado recorrer mi columna vertebral. ¿Por qué demonios me llamo muñeca? Tranquilízate Kat. Me quedo en silencio unos segundos.

       --  ¿Sigues ahí Kat? – pregunto el señor Marty.
      --   Uh…si… - Conteste.
     --    Creo que mi gesto amable no lo tomaste muy bien. Disculpa si llegue a       ofenderte.
-    No hay problema… ¿Cuándo empiezo? – Respiro aliviada. Un hombre como él no podría portarse así, o eso pensaba.
-          Hoy es Jueves…Nos vemos el Lunes para que inicies la semana. 6 de la tarde, así revisamos tu papelería. La dirección de correo que anotaste en tu aplicación… ¿puedo enviarte ahí la lista de documentación?
-          Sí.
-          Excelente. Nos vemos el Lunes Katrina. Descansa el fin de semana.

Cuelgo el auricular del teléfono y nuevamente me encuentro con la orden de desalojo. Ahora tengo que comenzar a empacar. No tengo a donde ir siquiera. Escucho el silbido del viento entrar por la ventana y puedo darme cuenta que la noche esta por caer, tomo mi abrigo y salgo a conseguir cajas de cartón para guardar las cosas. ¿Qué me voy a llevar?
Regreso con tres cajas grandes que conseguí en el minisúper que está a tres calles de casa. Peter, el dueño de la tienda era buen amigo de papá y también del dueño de la casa que ahora tenía que abandonar, así que estaba perfectamente enterado de mi situación actual.

-          Si necesitas ayuda con la mudanza, puedo ayudarte cargando mi camioneta, siento mucho todo lo que estás pasando Kat, tu padre y yo fuimos amigos desde la secundaria. Intente convencer a Ramón que te diera un poco más de tiempo para dejar la casa, pero uno de sus hijos se metió en problemas con la policía y le urge vender la casa.
-          Muchas gracias Peter. Por lo pronto no tengo a donde ir, así que solo comenzare a guardar mis cosas básicas. Dile al señor Ramón que espero que su hijo salga pronto de sus problemas y encuentre un buen comprador a la casa.
-          ¿Qué harás con la ropa de tu padre?... disculpa mi repentina pregunta…
-          No lo sé aun… probablemente donarla al asilo de ancianos. La ropa de mamá aun esta tal cual y como la dejo, papá nunca quiso siquiera guardarla así que puede que este maltratada. Quisiera llevarla conmigo pero no me sirve de nada. Solo guardare un par de prendas de ambos.
-          Haces bien pequeña. Así lo hubiera querido tu madre. Estaría muy orgullosa de ti. Lo está desde donde sea que este.
-          Gracias Peter. Siempre has sido como un tío para mí.

Mientras abro la puerta que da a la calle, la señora caldo de pollo se asoma por su ventana. Se acerca y ruego que no traiga otro sobre con malas noticias. Nunca puedo recordar su nombre… ¿Susana? ¿Silvya? ¿ Sylvana?...

-          Kat, ¿Cuándo te iras? – me pregunta tronándose los dedos.
-          Mañana en la noche.
-          ¿A dónde iras? Tengo entendido que tu única familia eran tus padres…
-          No lo sé aun… probablemente algún hotel en el centro.
-          No puedes ir a esos lugares. No tú sola. Están llenos de prostitutas y malandrines. Solo Dios sabe que pueda sucederte.
-          Es para lo único que me alcanza. – Comienzo a desesperarme. Sé muy bien a donde voy, maldita sea. No tengo dinero para un Holiday Inn.
-          Kat… tú sabes que yo siempre he estado sola. Quiero ayudarte…
-          Muchas gracias señora …
-          Sonia.-  “¡Sonia!
-          La verdad no quiero ser molestia para usted. Ya encontré un trabajo así que la     única manera que puedo quedarme con usted es que me acepte una renta mientras encuentro un lugar para mí.
-          Tu madre no hubiera querido que estuvieras sola. No es necesaria la renta.
-          Es la única manera que aceptaría quedarme con usted.
-          Está bien niña. Tú ganas. Vamos, te ayudo a empacar. Tengo un par de cajas más en el patio, ahora te alcanzo.

Entramos a casa y enciendo la luz de la sala de estar. Sonia se encarga de los pocas cosas en la cocina y yo me meto a mi recamara. Guardo todo lo que puedo con excepción de mi pijama, las sabanas en mi cama, y el portarretratos con la foto de mis padres y yo en mi cumpleaños 15. La ultima fotografía de mamá antes de que el cáncer se la llevara en 2 meses.
No sé cuánto tiempo ha pasado pero me siento tan cansada que no me doy cuenta cuando caí en mi cama y desperté con una frazada azul encima. Esta no es mía… probablemente Sonia me la puso encima antes de irse.
Sobre la barra en la cocina encuentro una nota:

“Kat, no quise despertarte. Te veo por la mañana o cuando despiertes. Las cosas de la cocina, sala y comedor ya están empacadas. Pasa a mi casa para  que desayunes algo”. Sonia.

Pero qué mujer tan eficiente. Termino tres habitaciones en un solo rato cuando yo apenas termine mi recamara. Sonia es una mujer de aproximadamente 48 años, con un rostro de angel acariciado por los dedos de Dios, cabellera castaña, larga y brillante y con un físico que ya deseaba yo tener. Nunca supe ni entendí como jamás supe de algún pretendiente de ella. 
Efectivamente la sala, cocina y comedor lucen tan solos que no puedo reconocer el lugar. Abandono mi hogar de infancia para ir a la casa de a lado. Sonia hizo su mejor esfuerzo para que el fin de semana fuera corto y menos triste, pero aun así, no quería que llegara el lunes. Jamás había trabajado en mi vida y ese empleo sonaba demasiado bueno. Pero tenía la ventaja que podría probar un mes… ¿verdad?
Cuando llego el momento de prepararme para mi nuevo trabajo me di cuenta de algo… ¿Dónde demonios está el dichoso restaurant? Estuve tan preocupada de conseguir un sustento económico que jamás pensé en preguntar dónde estaba  mi nuevo empleo. Tendré que llamarle a mi jefe.

-          Uh… ¿señor Marty? Buen día. Soy Katrina… sé que suena un poco tonto de mi parte pero…
-          Ven a mi oficina Kat. Mi asistente te llevara al restaurant después de proporcionarte un uniforme temporal. – El tipo leyó mi mente.

Esta vez no tome un taxi. Utilice el autobús aunque me llevara el doble de tiempo llegar. Tengo 20 dólares solamente, probablemente sin la ayuda de Sonia no tendría nada.  Durante la ruta camino cerré los ojos y me quede dormida por unos minutos, los cuales fueron suficientes para que un sueño el cual no tenía hace muchos años regresara. 
En la orilla de la playa yacía sentada en una silla de madera estilo victoriana, frente a mí una mesa hecha del mismo material y sobre esta un banquete delicioso, reía al sentir el viento revolver mi cabello mientras una conocida voz masculina me hablaba.
El delicado conductor del autobús decidió omitir el tope peatonal estremeciendo el transporte y regresándome a la realidad a tiempo para bajar en mi parada.  Entro a la minúscula oficina y ahí está la hermosa asistente de mi jefe trabajando en su laptop y su taza de té, tal cual y la había dejado la vez anterior. Me mira sobre el grueso armazón de sus lentes y sonríe como si estuviera viendo a Mickey Mouse.

-          ¡Katrina! ¡Estaba ansiosa esperándote! – Exalto.
-          Hola. Me informaron que tú me proporcionaras mi uniforme.
-          Te informaron bien. – Saca una cinta para tomar medidas corporales del cajón en su escritorio. –  Pasemos a la oficina del señor Marty. Te vas a quitar la ropa y …
-          ¿Qué? Quitar la ropa en la oficina con el señor…
-          No se encuentra, solo estamos tu y yo. Solo te quitaras tu sueter y gabardina, bufanda… tranquila.
-          Uh…perdón… - trate de lucir relajada pero señorita perfección noto mi alteración inmediata.
-          Adelante. – Me hizo un gesto amable para pasar a la oficina y me siguió.

Efectivamente la oficina estaba sola.

-          Puedes ir colocando tu ropa sobre el sofá. Linda gabardina por cierto.

Puse mi gabardina que mama me hizo dos años atrás, mi suéter y bufanda en el sillón indicado y me di la media vuelta para quedar de frente con la joven.

-          Levanta tus brazos. – Me rodeo con la cinta métrica el busto y note el dije que llevaba en su cuello. Linda.
-          Lindo dije por cierto. – Le comente.
-          Gracias, fue un obsequio del señor Marty por mi décimo aniversario trabajando para él. – Se voltea  y escribe en un bloc de notas 85 cm. Siguió tomando las medidas de mi cuerpo, cintura, cadera, brazos espalda y todo lo necesario para mi nuevo uniforme.
-          Vaya, es un jefe generoso. –
-          El señor Marty es un gran hombre. Sin el jamás hubiera podido concluir mis estudios, cuando me gradué tuve la oportunidad de irme de este empleo, pero fue cuando me ofreció ser su asistente personal y llevar su agenda de trabajo. Vaya Kat, tienes unas medidas perfectas 85-65-99. Tu uniforme de trabajo te dejara muy buenas propinas.

¿Qué? Esto ya me empieza a oler mal. Cálmate Katrina, no te anticipes.

-          Es todo, puedes volver a abrigarte. Iré a la bodega por tu uniforme temporal, si gustas puedes prepararte un café de la máquina de la recepción. Escuche que va a nevar esta tarde.
-          Gracias.
-          No eres una gran conversadora Katrina, no te preocupes. Conmigo nadie se resiste a tener una buena charla.
-          No he tenido un buen mes. Lo siento.
-          No te agobies, se cuál es tu situación. Qué valor el tuyo para salir después de lo que has pasado estos días.
-          ¿Cómo lo sabes?
-          Ese es mi trabajo muchacha, investigo a las nuevas candidatas. No queremos malas personas con nosotros. Espera en la recepción si eres tan amable. Tengo que hacer una llamada.

-          Claro. Con permiso.
Los dedos de mis manos duelen del frio que tengo. Entonces veo la máquina de café y brinco del sillón hacia ella. Tomo un vaso desechable y me encuentro en una difícil decisión ya que la maquina tiene más de diez sabores diferentes. Elijo Vanilla Latte y llena mi vaso con una espumosa y humeante consistencia de café. El aroma es delicioso. El sabor lo intensifica aún más. Regreso al sofá de la recepción a esperar que Linda termine su llamada y regrese con mi uniforme.  Minutos después sale con una bolsa de tintorería.

-          Muy bien pequeñuela, este es tu uniforme temporal, fue el más apropiado que encontré para tu cuerpo. Tenemos meseras de todas las tallas, el señor Marty no quiere estigmatizar su restaurante aún más.  Puedes pasar al baño a cambiarte, y nos vamos al restaurant. Allá tendrás tu casillero donde podrás dejar tus prendas antes de entrar a tu turno.
Entro al baño y primero saco el uniforme para desvestirme y vestirme rápidamente, la temperatura estaba comenzando a descender.  Que extraño. Solo es una playera negra estilo polo con una libélula bordada en hilos dorados. Me pareció muy lindo, pero… ¿solo una playera? Me encojo de hombros y saco la playera del gancho para encontrar unos minúsculos shorts en color plomo y acabado satin. También Estan unas medias de red en color negro.
¿Acaso quieren que me amputen las piernas cuando mueran de hipotermia? Una vez más me obligo a no juzgar. Necesito el dinero. Me visto rápidamente y salgo del baño para ver mi reflejo en el espejo de pared que se encuentra saliendo. Wow… me veo… bien.  Mis ojeras enmarcan el color avellana de mis ojos sin maquillaje alguno. Mi cabello lacio y oscuro es un desastre, como todos los días. El frio hacia que mis mejillas se sonrojaran como si me hubieran golpeado en cada una de ellas y el rojo contrasta aún más con lo pálido de mi piel. Y luego veo mis piernas dentro de esas medias y los botines de piel negra que me regalo la esposa de Peter de su último viaje a Nueva York. Katrina, te vez bien.

Vamos Kat. Tienes un nuevo empleo.